Este Blog sólo pretende ser una reflexión sobre algunos temas que giran como un tiovivo en mi cerebro. Quizás tú puedas hacer que en algún momento cesen de dar vueltas.
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martes, 19 de enero de 2010

Haití es hoy el epicentro de una deuda histórica que estamos obligados a resolver

Haití fue la Perla de las Antillas para la República francesa a partir de 1693, cuando los españoles renunciaron a la administración del tercio de la isla La Española conquistada por Colón en 1492, cuando esa tierra era una magnífica mina de oro. Posteriormente fue convertida en tierra de esclavos que eran llevados desde el África negra para trabajar en las plantaciones de azúcar, tabaco e índigo. Haití fue la primera gran colonia que logró su independencia en 1804 y el primer país del mundo que abolió la esclavitud. Haití, a su vez, fue el refugio seguro para Simón Bolívar cuando fracasó ante los españoles en la primera campaña libertadora y fue precisamente Haití quien financió con dinero y armas gran parte de las posterior campaña del Libertador. Quizás estos cuatro últimos acontecimientos hayan marcado la relación de Haití con su antigua metrópolis y con el resto de países explotadores, porque no olvidaron fácilmente la rebelión haitiana. Francia continuó saqueando a su excolonia hasta 1855 exigiéndole el pago de 90 millones de francos que indudablemente condenaron el desarrollo posterior haitiano durante el siglo XIX. Lo que vino después, ya en el siglo XX, es harto conocido: sucesivas dictaduras de los Duvalier, Papá Doc y Baby Doc, la etapa de Aristide y la dictadura de Raoul Cédras, para volver de nuevo Aristide ayudado por Clinton, entonces Presidente de EEUU, hasta la llegada al poder del actual Presidente, René Préval, en 2006. Sin embargo, estos últimos años, a pesar de que es cierto que se ha hecho un esfuerzo internacional por establecer lazos de cooperación con Haití, es cuando se ha disparado la miseria y la inseguridad porque el gobierno no ha sido capaz de articular correctamente la situación socioeconómica. En la actualidad, se puede afirmar sin temor a equivocarse que, hoy por hoy, no existe un gobierno que gobierne y casi se puede aventurar que tampoco existe el Estado como tal.

Sólo me habita el silencio ante tanta desolación, aunque dicho silencio me queme la sangre y me retuerza las entrañas. No es hora de palabras, es la hora y es el tiempo de la acción. Es el tiempo de exigirle a nuestros gobiernos y a la ONU que el panorama de todos estos países, hoy reflejados en el horror de Haití, tiene que cambiar. No puede permitirse saquear a un pueblo como se ha hecho con el haitiano, permitiendo que una saga de dictadores sátrapas y empresas extranjeras hayan realizado el negocio del siglo y hayan condenado a un país a vivir en el caos. El problema de Haití, más que el cruel y devastador seísmo que ha sacudido su territorio, matando probablemente a más de doscientos mil seres humanos, es la carencia de estructuras políticas, sociales y económicas que sean capaces de asimilar ese desastre y generar un nuevo futuro. El gran problema de Haití es que este terremoto ha hecho saltar en añicos por los aires los restos de una sociedad y el propio futuro. Ya no es tiempo de falsos cantos de esperanza, no es tiempo de reuniones internacionales de donantes, no es tiempo de la falsa solidaridad que durará lo que aguanten las portadas de los principales rotativos del mundo. Ahora es el tiempo de la exigencia, el tiempo del compromiso y de la acción, es tiempo de agarrar el toro por los cuernos y plantarle cara al futuro, es tiempo de las soluciones, es tiempo de una profunda reforma estructural que posibilite que el noventa por ciento de la población salga de la miseria. ¿Cómo es posible que la comunidad internacional permita esta arma de destrucción masiva que es la condena de la mayoría de la población a la pobreza más absoluta? ¿Cómo es posible que se condene al exterminio a más de ocho millones de seres humanos? ¿Es esto un arma de destrucción masiva o no? ¿No intervino EEUU, con la ayuda de diferentes países, en Irak por mucho menor motivo? ¿No invadió la ONU Afganistán por el ataque terrorista a las Torres Gemelas de Manhattan? ¿No es más asesina esta sutil arma que las inexistentes iraquíes? ¿No es más asesina esta injusta situación que el propio Bin Laden y su ejército de Al Qaeda? ¿No es una auténtica atrocidad conocer que la gran mayoría de los haitianos sobreviven con menos de un euro al día, cifrándose su renta per cápita en apenas 600 dólares anuales? ¿Cómo es posible que sigamos mirando hacia otro lado? ¿Para cuándo una Organización de Intervención Rápida (RIO) en el seno de la ONU que sea capaz de intervenir con prontitud? Haití es hoy el epicentro de una deuda histórica que estamos obligados a resolver.